Presentación del Libro: PAISAJES Y VOCES DE MOJOS. Por el Ing, Rodolfo Pinto


Llena de satisfacción hacer la presentación de un libro de esta categoría. Y no es sólo por la calidad de la edición sino por su contenido; muy rico en historia de Mojos extraída de primera fuente; muy expresivo en sus fotografías; muy completo en el estudio geológico que muestra el relieve y la calidad del terreno; muy amplio al referirse a la música y las danzas típicas regionales; descriptivo en cuanto a la flora y fauna regionales y en fin que es un resumen de lo que se tiene en esta tierra maravillosa que se conoce con el nombre de los llanos de Mojos.
            Pero, antes de analizar el contenido del libro primero debemos referirnos a los que hicieron realidad la publicación que nos ocupa. Nos referimos a un grupo de personas que, liderizados por Joseph Barba y Formosa llegaron a nuestra región y, como si fuera un amor a primera vista, se enamoraron de ella.
            Comienza el libro con la primera impresión de Jordi Pascual al pisar el territorio de Mojos. Un mundo diferente de la Europa donde siempre vivió. Un paisaje de contrastes donde la mitad del año el agua de inundación cubre casi todo el territorio para después desaparecer y transformar el paisaje en una pampa seca. Una realidad que esconde otra llena de misterios, de leyendas y de dioses de la naturaleza. Algo que le subyugó de tal manera que aún permanece aquí trabajando e investigando cada vez con más entusiasmo.
            Y ahora hablemos del capitán del barco: Pepe Barba, como lo conocemos sus amigos y que llegó a Bolivia en busca de yacimientos del granito negro que se encuentra en la región del precámbrico de la zona chiquitana del departamento de Santa Cruz. La gente que vino con él exploró la región y muy pronto tenían una empresa que estaba exportando no sólo el granito negro para la construcción de lápidas y otros adornos, sino que se dedicaron a exportar también la hermosa piedra semipreciosa llamada “bolivianita”, que ahora es tan apreciada en joyería, en el mundo entero.
            Mientras tanto, Pepe tuvo la honra de conocer al “gringo” Lee, convertirse en su amigo y alumno y descubrir los secretos del imperio Paititiano con sus obras de terracería para conseguir dominar los llanos de Mojos con su ingeniería hidráulica, y así obtener una agricultura en tierras estériles, que recién ahora nosotros estamos queriendo implantar.
            Después de dos meses de conversar y conversar sobre el tema, alquilaron un jeep y provistos de un pequeño avío, deciden viajar hacia Mojos o sea lo que hoy se conoce como el departamento del Beni. Nos avisaron por teléfono y emprendieron la travesía. El primer día no llegaron a destino, ni el segundo, ni el tercero y recién después de siete días de viaje, nos aparecieron muy contentos y satisfechos por la aventura que habían vivido.
Ahí supimos que ya en territorio beniano, en cada camino secundario que encontraban, el gringo le decía a su compañero de viaje:
- De aquí a dos kilómetros, hay una serie de lomas a cual más altas y llenas de cerámica en los alrededores. ¿Quieres conocerlas?
            - Allá vamos.
            Al anochecer, dormían debajo de algún árbol o si encontraban algún chaco pedían un espacio en el corredor para colocar las hamacas que había llevado el gringo, quien era muy previsor y sabía lo que iba a ocurrir.
            Fue tal el entusiasmo de Pepe, que al poco tiempo estaba tocando las puertas de la Generalité de Barcelona para organizar el proyecto “Mojos” con el fin de hacer la difusión de esta cultura a nivel mundial. Se consiguió el apoyo moral y económico de las universidades de Cochabamba y Santa Cruz y se dieron varias conferencias en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Trinidad. El problema se presentó cuando se invitó a la Universidad Técnica del Beni para que engrosara en equipo ¡Hasta ahí duró el proyecto Mojos!
            Pero el entusiasmo de Pepe Barba no disminuyó y muy pronto nacieron sus Organizaciones No Gubernamentales: HOYAM (Centro de Estudios de la Hoya Amazónica) y CEAM (Centro de Estudios Amazónicos) para seguir estudiando la cultura mojeña. Se estudiaron las lagunas artificiales y el motivo por el cual los antiguos habitantes de la región las habían construido. De ahí salió la necesidad de tener una propiedad que tenga comunicación con alguna laguna para impulsar el proyecto de cría y distribución de alevinos, a fin de contribuir a la economía de los campesinos de la región, formando cooperativas para la cría de peces en pozas o lagunas pequeñas.
            Científicos y catedráticos de las universidades europeas llegaron a la laguna “Mausa” para trabajar con un entusiasmo digno de mención. Pero, la labor no estaba completa y ahí nacieron las agrupaciones particulares de criadores de peces que actualmente abastecen los mercados de la región. Con esto se ha cortado por un tiempo la depredación que se estaba haciendo de la fauna ictícola del río Mamoré y otros ríos mayores, mediante largas redes extendidas a lo ancho del cauce principal.
            Se organizó el museo de Mojos en el pueblo de San Ignacio, como un instrumento de enseñanza de la cultura antigua, donde aparte de hacer conocer las partituras de la música barroca se han llevado fotocopias de muchos documentos de primera fuente de la historia de Mojos, cuyos originales se encuentran en el Archivo de Indias, en Sevilla, España.
            Ahora el infatigable Pepe Barba nos entrega en este libro que estamos presentando, su contribución con el nombre:

“Mojos y Jesuitas.- Apuntes sobre el periodo reduccional”.-
            La primera pregunta que se hace: Colón descubrió América, pero ¿Cómo se pueden descubrir unas tierras pobladas por millones de habitantes? Sería más exacto afirmar que los europeos descubrieron la existencia de América y los americanos la de Europa, con consecuencias muy diferentes para los habitantes de uno y otro continente. E inicia su libro haciendo una crítica muy fuerte sobre la actuación de los hombres del reino de Castilla sobre los habitantes de América. En sus cartas al rey, decía Colón: “Todas estas islas son popularísimas de la mejor gente, sin mal ni engaño que haya debajo del cielo”.
El clima era benigno y la naturaleza de una exuberancia y un colorido sin par. Aquello era un verdadero paraíso terrenal, del que Colón se apresuró a tomar posesión.
            La descripción maravillada de la bondad de los nativos pronto fue sustituida por la de un enemigo salvaje y cruel, que había que aniquilar. Sin embargo, cuando se analizó la diferencia entre los americanos y los europeos no faltaron quienes se preguntaron porqué Dios había creado dos grupos de hombres, animales y plantas totalmente distintos, en dos continentes separados por las aguas del océano.
            La conquista y colonización se llevó a cabo en breve tiempo sobre todo en los lugares en que los botines de guerra eran cuantiosos, pero la colonización religiosa se reveló como una tarea más ardua.
Una parte de la iglesia se adaptó rápidamente al disfrute de nueva situación y participó en la explotación de los nativos, en cambio la iglesia misionera tuvo intereses no siempre coincidentes con los de la corona española.
A mediados del siglo XVII, la experiencia de las reducciones paraguayas  se había consolidado ya como un espacio seguro, con autoridades indígenas sometidas a la autoridad de los jesuitas, con una fuerza armada propia que permitía una defensa eficaz y una seguridad económica. Este logro fue el argumento más convincente que pudieron esgrimir los jesuitas para conseguir que las gentes de Mojos aceptasen la presencia y luego el sometimiento a los jesuitas.
En el libro se describen los estragos que ocasionaron las enfermedades traídas por los españoles entre la gente americana, que no tenían defensas para combatir las epidemias como la peste bubónica, la viruela y otras.
Lo que se describe con mucho entusiasmo es la explicación de las culturas hidráulicas que existieron en Mojos, muchos siglos antes de que los extranjeros llegaran a estas tierras. El autor también hace un análisis sobre la cantidad de habitantes que manejaron este sistema agrícola, basándose en la cantidad y extensión de las lagunas y lomas artificiales así como de los extensos terraplenes que servían como represas y los canales que eran utilizados como vías de comunicación.
Cuando se refiere al ingreso de los jesuitas a las codiciadas tierras de Mojos hay que mencionar que algunos años antes se había instalado en el puerto Pailas un lugar de encuentro para intercambiar artesanías sobre todo tejidos mojeños a cambio de herramientas de hierro.
El año 1667, una expedición militar cruceña ingresó para ayudar a los morocosíes, y junto a ellos estuvo el hermano Juan de Soto cuyos planes eran diferentes a los de los militares. Aprovechó su estadía para convencer a los caciques de los beneficios de una alianza con los jesuitas. Por un lado se ofrecía seguridad contra el ingreso de grupos de cazadores de esclavos, a cambio de la conversión de los mojeños. A partir de esa fecha comenzó la fundación de las misiones de Mojos que sirvió de base para la construcción de las diferentes ciudades benianas. Una descripción detallada de la vida en las misiones, sus quehaceres, los telares, la agroindustria y principalmente, la construcción de los instrumentos para impulsar el arte musical.
La obra concluye con la expulsión de los jesuitas.
El segundo libro interesante es el que nos presenta Emir Iskenderián Aguilera:

Gentiles de Moxitania.-
Este libro hace un análisis cuyo tema central es definir la cantidad de habitantes que existía en Mojos el año 1617, cuando se produce la expedición del gobernador de Santa Cruz, Gonzalo de Solís Holguín llevando como cronista oficial a Alonso Soleto Pernia.
El autor empieza un análisis de la cultura paititiana descubierta por Kenneth Lee, cuando trabajaba en la empresa Shell que fotografió la zona de San Ignacio, San Lorenzo y San Francisco de Moxos, y vio desde el aire extensas obras de tierra que no eran naturales.
Desde ese momento, el geólogo Kenneth Lee dedicó su vida a la investigación de esta cultura hidráulica. Entusiasmó a William Denevan para que elabore su tesis de geografía de la universidad de Wisconsin sobre el origen de estas obras de terracería. También financió el viaje del periodista Ross Salmón de la BBC de Londres para que haga conocer en Europa las fotografías de los restos de esta civilización. Todas las investigaciones de los arqueólogos extranjeros que llegaron a los llanos de Mojos, recibieron la ayuda económica del gringo Lee.
En 1991, con Josep Barba organizaron el proyecto Moxos, colaborado de cerca por un grupo de entusiastas benianos que aún siguen en la brega. Al año siguiente fundaron el Centro de Estudios de la Hoya Amazónica (HOYAM) destinado a estudiar la relación entre el hombre y la naturaleza en Mojos a través de la historia, a fin de rescatar tecnologías ecológicamente integradas para el futuro desarrollo del país.
En cuanto a las crónicas del año 1617, según los datos del capitán Juan de Limpias, en el libro de Víctor Maurtúa, se puede tener una aproximación de la cantidad de habitantes del imperio paititiano en base a la producción de maíz que encontraron los castellanos. Después de anotar la cantidad de viviendas y cocinas que encontraban se dedicaron a contar los percheles de maíz o sea los depósitos de granos. Dice así la explicación del soldado Limpias:
“El capitán Diego Hernández Bejarano, visto tan gran número de percheles de maíz y demás legumbres, a mí y a otros soldados nos ordenó los contásemos, y en la acera que a mí me cupo conté más de setecientos percheles, al parecer de a veinte y de treinta fanegas de comida en cada perchel, cosa que nos dejó admirados y el otro soldado contaría más de cuatrocientos percheles en comunidad, así labran la tierra y no de por sí”.
En total encontraron un total de 1.100 percheles en una sola población, cada uno con un promedio de 25 fanegas. Si una fanega contiene 55,5 litros, en cada perchel cabía una cantidad de maíz equivalente a 1.387,5 litros. Si multiplicamos esta cifra por el total de percheles tenemos que una sola aldea mojeña, podría producir hacia comienzos del siglo XVII la cantidad equivalente a 1.526.250 litros.
Redondeando en cada perchel había más de una tonelada de maíz y en la aldea se vio que había más de mil toneladas para lo que se necesita cultivar alrededor de 200 hectáreas para lograr tal acopio de granos. Y para sembrar esa cantidad de hectáreas se necesita una inmensa cantidad de gente.
  El autor a continuación hace un análisis sobre la forma que tienen los campos de cultivo en los llanos de Mojos dependiendo de la región donde se encuentran: Al oeste de Mojos o sea en la cuenca del río Beni, en la zona central o al oeste de Mojos en la región del río Iténez. En cada una de estas regiones se trabajó en forma distinta. Estos campos de cultivo siempre estuvieron relacionados con alguna laguna artificial para la provisión de agua durante la época seca.
Más allá de su utilidad, las lagunas ocupan un lugar de primer orden en la tradición mágica local y son fuente de toda clase de historias. En cada una de ellas, según los más antiguos, vive un “jichi” o espíritu de las aguas que cuando se muere provoca que la laguna se seque. También se mencionan los espíritus del bosque sin dejar de tomar en cuenta los dioses-tigre, el dios-sol, la diosa-luna y otros que formaron parte de la cosmovisión de los antiguos habitantes del imperio paititiano.
Para mostrar la geología, la flora y la fauna de Mojos, Silvia Ten Ferrer, nos presenta la parte que ha llamado:

“Paisajes de Mojos”.-
En este capítulo, magistralmente se describe primero la geología de los terrenos mojeños, sus bosques y sus pampas, la vegetación en cada uno de estos espacios y especialmente la fauna que aún existe, aunque algunas especies estén en peligro de extinción.
Aquí la mano del hombre jugó un papel preponderante en la destrucción del medio ambiente, cuando por aprovechar las pieles silvestres se dedicó a exterminar los caimanes y lagartos, provocando la proliferación de otras especies como las pirañas con el consiguiente peligro, especialmente en el cruce de ganado en algunos ríos. Exterminó los felinos, como el tigre y otras especies ayudando a que los ratones como el “Calomis Callosus” contagien al hombre con la terrible fiebre hemorrágica, que diezmó las poblaciones de las provincias Mamoré e Iténez.
La descripción de cada una de las especies de la vegetación acuática y de las costumbres de los animales que vivían y aún sobreviven en las pampas es algo muy interesante
Por último, Antoni Madueño, nos hace un relato de aquello que no se ve, pero se siente en el alma:

Voces de Mojos.-
Este libro empieza con una recordación a la expulsión de los jesuitas de Mojos y su reemplazo por curas improvisados que a lo único que se dedicaron fue a acrecentar el mestizaje con las nativas. La época de los gobernadores recibe una crítica muy dura hasta la llegada del gobernador Lázaro de Ribera quien, al implantar su Nuevo Plan de Gobierno trató de restaurar la situación de trabajo y progreso que tenían los jesuitas.
Luego sigue una relación de los caciques Juan Maraza, Pedro Ignacio Muiba y otros que murieron por defender la libertad de sus pueblos. Sigue la Guayochería y los abusos de las autoridades para enviar al indígena hacia la región de los gomales en calidad de esclavos. La búsqueda de la Loma Santa en su afán de huir de los atropellos de los hombres blancos.
 La descripción que hace el autor sobre los músicos ignacianos y su archivo de partituras de arte barroco es algo maravilloso. La creación del coro de San Ignacio que ya ha viajado por muchos países de América y Europa, es algo muy representativo de nuestra gente. La fábrica de violines también es algo digno de admirar. El tradicional baile de los macheteros como danza típica mojeña. Luego nos presenta una serie de entrevistas a diferentes personas del pueblo sobre diferentes problemas: la ganadería, la guerrilla del Ché Guevara, la vida del viviente del bosque “Chimanes” y en fin los problemas de la vida diaria.
Lo bueno que se comprueba en este libro es que Mojos, donde no tenemos volcanes, no se producen terremotos, ni huracanes, ni maremotos, ni siquiera turbiones violentos en los ríos, parece que es el paraíso terrenal.

Trinidad, 27 de julio del 2009

Rodolfo Pinto Parada

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